El 4 de abril de 2000 tuvo lugar una
erupción masiva de la corona solar, que alcanzó la
Tierra dos dias después. La tormenta magnética resultante
produjo espectaculares auroras boreales. La velocidad del viento solar
pasó del valor normal de 375 km/s a unos 600 km/s. La magnetosfera
terrestre, que actúa como un escudo protector, se deformó,
permitiendo que los electrones procedentes de sol alcanzasen la atmósfera
incluso en latitudes medias, como se puede ver en la imagen de arriba, obtenida
en Europa Central.
La mayor parte del resplandor de la aurora procede de los átomos de
oxígeno, excitados al chocar con los electrones solares.
El oxígeno que está a unos 110 km de altura emite luz verde a 557,7 nm,
mientras que el que se encuentra entre 200 y 400 km de altura emite luz roja.